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centaurodeldesierto

Los ricos también lloran

 

Veo en Cuatro el reportaje sobre Leonard Madoff, el tipo que ha estafado y se ha forrado a costa de gran parte de los ricos del mundo. La cara del tipo es serena, tranquila, incluso amable. Considerado hasta hace poco más de un año un auténtico genio de las finanzas, hoy se descubre como el mayor embaucador del mundo. Un tipo que desde su torre de babel urdía en su despacho cuasi en solitario un engaño de altura. Es curioso como gran parte de los forrados del globo, no contentos con sus abultadas cuentas corrientes, se cegaban con los beneficios seguros que prometía Madoff. La visión de este reportaje me muestra que los ricos también lloran, aunque a mí no me perturba lo más mínimo. No me provoca escalofríos, ni me estremezco, ni me solidarizo con la mujer que desde su chalé de varios millones de dólares exclama con voz quebrada que sólo podrá mantener la vivienda un par de años más. No me producen la más mínima empatía los manifestantes que esperan romperle la cara a este timador de alto-standing, tras haber invertido uno de sus tantos millones de dólares en lo que parecía la gallina de los huevos de oro. No me provoca ningún sentimiento cercano a la indignación ante tanta injusticia el ver como los millonarios de Palm Beach venden algunos de sus abalorios en las subastas...  Y es que el timo de la estampita elevado a alturas estratosféricas se hizo para los avariciosos, para los sedientos no del verde esperanza, sino del verde de los billetes. En la ciudad sin ley que es el orden financiero, Madoff no fue sino el alumno aventajado cuya codicia le hizo romper el saco. Es culpable, a pesar de su cara de no haber roto un plato, pero no más que todos los que invirtieron en sus fondos. No veo diferencias, soy ajeno al lenguaje y a los sentimientos con que se manejan los picatostes del capital. Algunos me llamarán insensible, quizás los mismos para los que conciben el mundo como si fuera un juego de Monopoly. Los ricos también lloran, pero de manera diferente al común de los mortales. A mí no me engañan, no estoy en el mismo barco que ellos.

 

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