Días de Acción Mutante
En 1993 Álex de la Iglesia realizaba su ópera prima, la magistral Acción Mutante. En ella se contaba en clave de humor las peripecias de un grupo terrorista, que se enfrentaba a una sociedad llena de pijos, musculitos de gimnasio y tías buenas hechas en serie en algún oscuro quirófano. Álex de la Iglesia nos mostraba un mundo vacío, dominado por una tecnología tan sofisticada como decadente, en el que primaba lo hortera y lo superfluo, en donde el espacio que ocupaba el continente se daba gracias a la conquista sobre el contenido. Ya no importaba la inteligencia, ya no importaba el conocimiento, ya no importaba la honradez ni la bondad; ahora dominaban otros valores marcados por el teletienda, las pasarelas de moda, las tetas siliconadas, los torsos de tableta de chocolate y las mierdas light. Y es que, ojalá no tuviera que hacerlo, pero no se me ocurre otra manera para denominar a Álex de la Iglesia que de visionario. Cuando leo las atrocidades que están pasando en Italia con Il Cavaliere y su fascismo televisivo, sus imponentes modelos ministras que se vanaglorian de no haber leído un libro en su vida, etc... no puedo dejar de pensar en Acción Mutante, ya que estamos ante el triunfo de la forma, aunque lo que la sujete y los medios para llegar a ella sean obscenos y perversos cuanto menos. Da igual que se ensucien las calles con la sangre de los gitanos y los rumanos apaleados, da igual que la libertad de expresión cada vez esté más recortada, da igual que milicias ciudadanas impongan la ley del oeste, da igual el idilio mafia-gobierno... Son muchos a los que eso ya no les importa y que ingiriendo altas dosis de telebasura, la única pregunta que se les pasa por la cabeza en ese régimen tecnofascista es aquella que hacía la madrastra de Blancanieves: "Espejito, espejito, ¿quién es más guapo/guapa que yo?".
El síndrome de Acción Mutante avanza y ya ha cruzado el Mediterráneo. La Valencia de Alcoy, de los republicanos federales y los anarquistas; la Valencia de Blasco Ibañez; la Valencia reducto último de la resistencia al fascismo durante la guerra civil, ya prácticamente no existe. Me cuenta un buen amigo mío que vive allí, que la única preocupación de la mayoría de las tías es poner a juego su bolso con sus zapatos; y el de la mayoría de los tíos marcar pectorales. No es de extrañar por tanto que una de las principales preocupaciones del presidente de la Generalitat sea lucir buenos trajes.
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