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centaurodeldesierto

Autocomplacencia y victimismo

 

Sentado frente al televisor vislumbro un pase de modelos en el que todos muy guapos y guapas sonríen, portando con señorío un supuesto glamour. Ante los flashes de los fotógrafos deambula el mundo de la farándula y todo lo que aparece me suena artificial, impostado, una mala imitación de la ya de por sí burda alfombra roja hollywoodiense. Comienza la gala y aparece Carmen Machi haciendo de Aída o Aída haciendo de Carmen Machi, que ya no sé donde radica la diferencia. Sus comentarios no me levantan ni la más mínima sonrisa, presentándose asépticamente envueltos en un progresismo de salón que me rechina, que no me creo. Aun así, Carmen Machi siempre será mejor como presentadora de los Goya que ese excéntrico con ínfulas de cómico llamado Corbacho, al que descubro entre el público con un traje morado más propio de un payaso que de otra cosa. Como era de esperar la autocomplacencia y el victimismo son los dos calificativos que habría que poner a esta gala. El cine español no es un páramo, es un cine maravilloso que necesita nutrirse de subvenciones , ya que por culpa de la piratería cae en picado provocando la miseria de los que viven de él. Es decir, muy pronto, sin apenas pausa, se cae en el gimoteo, en la pataleta de niño chico que reclama lo que es suyo, aunque esto no lo sea, y si para ello ha de recurrir a argumentos demagógicos metiendo de por medio a los grandes del cine autóctono como Azcona o Berlanga como hiciera la directora de la Academia, pues se echa a la batidora que todo vale.

Sin embargo aparece un destello en la negrura de la tediosa noche de “nuestro cine”. Se llaman Muchachada Nui y son de Albacete. Son los únicos que me hacen reír con su humor surrealista y absurdo. Luego me emocionan las palabras al recoger sus premios de esa niña llamada Nerea Camacho  y la de los chicos de El truco del manco. Me creo lo que me dicen, sé que me hablan con el corazón en la mano y que no me están mintiendo. No veo el juego de artificios, ni el discurso aprendido y vomitado para la ocasión que sí veo en Penélope Cruz por ejemplo. Vuelvo a aburrirme, vuelvo a bostezar. Al menos queda el consuelo de que la película que se lleva los mejores premios es una película sentida, comprometida, bien hecha y muy terrible. Me refiero a Camino de Javier Fesser poniendo el dedo en la llaga contra esa panda de fariseos de esa turbia secta llamada Opus Dei, capaces de ensañarse con el más débil si eso sirve a sus intereses. Vuelvo a aburrirme, vuelvo a bostezar. Lo penoso prima sobre lo ingenioso. Basta ya. Con un leve movimiento de mi dedo la gala de los Goya ha terminado para mí este año. El televisor se apaga y yo descanso.

 

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