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centaurodeldesierto

Crítica de El luchador (The wrestler)

La verdad es que tenía muchas ganas de ver El luchador (The wrestler), ganadora de la última edición del festival de cine de Venecia. A priori la historia de un tipo que se dedica al pressing catch y más si la interpretaba Mickey Rourke me interesaba, más cuando la crítica no se dividía ante el controvertido director Darren Aronofsky, y todos venían a coincidir en que había forjado una excelente película.
Sus primeros diez minutos me confundieron un poco y tras este inicio, mis temores de que me encontraba ante una película donde predominaba más el experimentalismo visual que una historia bien narrada se fueron disipando, y empecé a notar que El luchador me estaba tocando muy adentro.
El Luchador es la historia de un perdedor que todavía vive recordando sus pasados años de gloria, a los que pone banda sonora con un estilo de música –el heavy metal- que vivió su edad de oro al igual que el protagonista de la película en la década de los ochenta. Al fin, parece, que después de tantos años luchando en rings de tercera categoría, la suerte consiente en concederle una nueva oportunidad de relanzar su carrera. Sin embargo, a la vez, los golpes del destino lo llamarán a intentar poner un poco de orden en su vida y subsanar muchos de los errores pasados, como el de reconciliarse con su hija a la que abandonó.
El protagonista Mickey Rourke está magnífico, haciendo un papel que recuerda quizás a sí mismo. Su pelo sucio, su cara llena de botox y de surcos por donde cruzan sus lágrimas nos habla de que los trenes que pasaron no se supieron o no se quisieron coger. Y sientes lástima, pena, por ese animal herido, y deseas de todo corazón que se aúpe, que se levante, que comience a reconciliarse con la vida. Pero, al estilo de El buscavidas o de esas películas de boxeo en blanco y negro, intuyes en principio, y luego confirmas, que no hay compasión ni piedad para un tipo que siempre vive en el filo de la navaja y que por una especie de inercia siempre llama a la puerta de la mala suerte, para hundirse una y otra vez en el fango del fracaso. Ni tan siquiera cuando una bailarina de strip-tease y prostituta a tiempo parcial (la muy destacable Marisa Tomey), en mitad de tan sórdido ambiente, parece abrir una rendija de luz al protagonista de El Luchador.
En definitiva una gran película de esas para recordar, magistralmente dirigida por Darren Aronofsky, que cámara en mano nos muestra algunas escenas que realmente son para quitarse el sombrero, rematando con un final en el que suena la canción de Guns and Roses Sweet child o’mine que realmente te pone los pelos de punta. Todo ello salpicado de diálogos y frases magistrales que te hacen un nudo en la garganta. Y es que ante frases como “Todo lo que está ahí fuera en la calle me hace daño” o “Sólo quiero que no me odies”, pronunciadas por un Rourke que te habla con el corazón en la mano, sólo queda aplaudir por una película que respira clasicismo por todos lados.

1 comentario

erpereh -

Me hge tirado dos dias sin poder ver éste ártículo. Ha merecido la pena la espera pues me ha gustado tu forma de animarnos a verla.
Gracias.