Yes, we can
Todo el mundo lo aplaude allá por donde va. Como si de una estrella de cine o del mundo musical se tratara, la gente grita y quiere ser tocada por él. Al grito de Yes, we can no son pocos los que sueltan la lagrimita. Los periodistas le dedican al señor Barack Obama encendidos elogios, loando su retórica, lamentándose de que en España ya no hay políticos con la presencia y la estrella del primer presidente negro de los Estados Unidos. Sin embargo, no puedo resistirme a la idea de que aquí hay trampa y hay cartón. De que si Obama ha llegado a la presidencia de un país como el de los Estados Unidos, es porque el capital del petróleo y amigo de Israel necesita de una cara amable y simpática, que aliente al personal con sus palabras ampulosas. No paran de hablarnos de sus gestos simbólicos, de sus propuestas políticas expuestas a bombo y platillo. Al final todo quedará en agua de borrajas y los que lo hicieron sentarse en el despacho oval de la Casa Blanca, llamarán, si no lo hacen ya, a su puerta, solicitando una recompensa por los servicios prestados.
Recientemente nuestro presidente planetario ha sido retratado en una entrevista mientras mataba a una mosca que le importunaba. Espléndida metáfora de lo que ocurre en el mundo. La brutalidad para imponer el orden mundial. El fin que justifica los medios. Un daño colateral en Pakistán, o intentar desestabilizar Irán acusándolo de pucherazo en los comicios cuando no resulta electo el candidato propuesto. El manotazo necesario que elimina al molesto insecto para garantizar la mejor y más confortable de las sonrisas.
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