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centaurodeldesierto

Realpolitik y derechos humanos

Hablaba en cierta ocasión con un amigo mío sobre los malos tiempos para la lírica que vivimos. De pronto éste ante mis continuadas quejas me espetó: -¿Pero acaso te extraña lo que está pasando? –No-contesté-no me extraña nada, me lo espero, pero eso no quita que me indigne.

Es el caso de la actuación del gobierno español frente a la crisis del Sáhara. Me digo que es normal este cinismo bajo el que se desenvuelven las relaciones internacionales, que las palabras de la grimosa Trinidad Jiménez no son sino el cacareo mecánico de una marioneta, que la hipocresía de la que hacen gala los políticos poniéndole una vela a dios y otra al diablo son el pan nuestro de cada día…

Sin embargo, no puedo evitar que cuando escucho a nuestra progre –por no hacer la rima fácil con pobre (de ética se entiende)- ministra de exteriores, se me calienten los nervios; sienta asco físico cuando el gobierno español mira a otro lado. No, no es ese sentimiento de patriotismo, por el que España se descubre como un país de tercera, y que indigna tanto a la derecha, enfrascada como está en su secular relación de amor-odio con Marruecos, nuestro vecino del sur. Sí en cambio es la rabia. La rabia y sus gritos de dolor perdidos en el viento, la rabia de los derechos humanos tan pisoteados…  Después siento miedo. Un miedo que me hace pensar ¿En manos de quién estamos? ¿Hasta dónde llegará el discurso falsario de nuestros gobernantes? ¿Cuánto serían capaces de transigir en cotas de libertad en aras de la seguridad y la economía? Y es entonces cuando caigo en la cuenta de la existencia de ese monstruo frío que se llama Estado. El conflicto del Sáhara no deja de ser una muestra más de la flagrante contradicción entre la existencia de los estados y el bienestar de los seres humanos. Realpolitik frente a derechos humanos. No importa la gente, lo que importa es que el Estado español prospere, y prospera manteniendo ese status quo con Marruecos, callando ante las muertes en el Sahara Occidental. Quizás seamos más prósperos materialmente cierto, quizás sea más seguro no meterse con el vecino magrebí. También seremos más pobres de ética y de corazón igual que nuestra lobotomizada ministra de exteriores.

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