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centaurodeldesierto

La arena bajo los adoquines

Reconozco que la mayoría de los artículos de este blog destilan un olor a pesimismo. Que a veces me pongo muy pesado con lo de Malos tiempos para la lírica y eslóganes parecidos. No lo niego, veo con negritud el futuro a corto y medio plazo. Sin embargo, para nada invito desde aquí a arrojar la toalla y aguantar con estoicismo que el vendaval pase. Todo lo contrario, a pesar de todo la lucha ha de continuar y, recogiendo las herencias de las batallas pasadas, crear espacios de reflexión y acción contra el orden imperante, defendiendo soluciones colectivas frente a soluciones individuales. No están en boga las ideas de transformación social, aun así es innegable que hay algunas luces que a veces fagocitan a las sombras, demostrando que bajo los adoquines está la arena.

Cuando eran muchos los que gustaban de subrayar la incompatibilidad de los países islámicos con la democracia o el gusto de las gentes de estos lugares a morir por Alá, un clamor popular se levanta ante los atónitos ojos de Occidente y de los sátrapas que dirigen los destinos de estos lugares. En Túnez, en Egipto o en Yemen, la gente sale a la calle pidiendo pan y libertad, exigiendo tener al fin la capacidad de poder decidir sobre los destinos de sus vidas; siempre tan a menudo en manos de marionetas que los democráticos gobiernos de Europa y Norteamérica diseñan. Lo más novedoso de todo esto es algo que ya se había esbozado alguna vez y que aquí se ha afianzado, el uso de internet para realizar la convocatoria de las manifestaciones que empiezan a agitar al mundo árabe. Redes sociales como twitter son usadas por ciudadanos anónimos, que ajenos a consignas de partidos políticos –de hecho éstos han sido desbordados por las circunstancias-, se unen para acabar con el sistema de corrupción y clientelismo que impera en sus países. De momento ya han echado al dictador tunecino, esperemos que el régimen de Mubarak sea la próxima ficha de dominó en caer.

Sin embargo, no quisiera acabar este artículo sin desplazarme del cálido norte de África a la ártica Islandia. Ahora que se ha dado el pistoletazo de salida a la tan laureada reforma de las pensiones y que todos los días nos hablan de dar confianza a los mercados, bueno sería recordar el caso islandés. En esta isla del tamaño de Andalucía y Extremadura juntas, y que tiene poco más de trescientos mil habitantes, la gente cacerola en mano, se ha negado a pagar la deuda que pretendía cobrar el FMI. No contentos con eso, en Islandia se ha nacionalizado la banca, se ha decretado una orden de busca y captura contra algunos banqueros islandeses que originaron el batacazo que hundió al país en 2007 y para colmo se está elaborando una nueva constitución en la que están participando asambleas populares, en un ejercicio de democracia directa más que encomiable.

 

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