La corte de los milagros
Fue el Partido Nazi quien muy astutamente instauró el día 1 de Mayo como fiesta nacional cuando llegó al poder en Alemania. Lejos de hacerlo por su sensibilidad social, lo hizo para imponerse y diluir las reivindicaciones obreras que tan alto protagonismo habían tenido durante la República de Weimar, vaciando así el contenido de dichas marchas. Más de sesenta y cinco años después de la caída de Hitler y sus secuaces, parece que las cosas en este sentido no han cambiado mucho. No porque parafraseando a Marx el fantasma del comunismo recorra Europa, sino porque ahora que dichas marchas tendrían que tener más sentido que nunca con los tiempos de recortes sociales que vivimos, nuevamente el poder las solapa y las diluye. La Iglesia católica, la primera multinacional, con más de dos mil años de historia, junta en día tan importante a todo su rebaño y por arte de birlibirloque beatifican al reaccionario Juan Pablo II, artífice entre otras cosas del retroceso de la teología de la liberación en América Latina, del fin del proceso renovador que abrió el Concilio Vaticano II, o de entregar el poder de la institución a sectores tan reaccionarios como el Opus Dei. Bajo supuesto milagro que parece más sacado de la manga que otra cosa Karol Wojtyla comienza su elevación a los altares. Todo mientras su rebaño bala incansable, rearmándose y aprovechando la ocasión para hacer gala de su patriotismo con la bandera de turno (roja y gualda por supuesto en el caso de los buenos españoles que han ido a ofrecer su testimonio al beatificado).
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